Venezuela y la transición energética: una mirada global

Omar Cárdenas*

*Ingeniero electonico, consultor empresarial

Introducción

Una interminable columna de tanques rusos cruzó la frontera ucraniana el 24 de febrero de 2022, sonando los tambores de la guerra. Comenzó un conflicto bélico que aún no ha terminado y que puso fin a un orden económico mundial nacido de los estertores de la Guerra Fría.

Con el desvanecimiento del Imperio Soviético, se asumió que, a pesar de esporádicas fricciones Geopolíticas en diferentes espacios del Planeta, las fuerzas victoriosas del comercio Internacional y de la globalización prevalecerían. La cadena de suministros de bienes y servicios interconectada mundialmente, la masificación acelerada de viajes en todos los continentes, la universalidad de los medios y redes sociales y los grandes eventos culturales , parecían confirmar esta visión.. De la misma manera la preocupación por el cambio climático y sus efecto en la elevación de la temperatura, entraron a formar parte de ese consenso globalizador especialmente luego de la COP 21 en Paris en el 2015 (Conference of the Parts) y a pesar de las reservas de países subdesarrollados de África y Asia.

Sin embargo, el aumento de las discrepancias comerciales, como las de China y EE. UU., el crecimiento de movimientos conservadores antiinmigración, el renacimiento de los nacionalismos, etc., cuestionan
en muchos países esta visión totalizante. Ideas proteccionistas comienzan a fragmentar la globalización, argumentando razones de seguridad, entre otras. La pandemia añadiría más tensión a ese orden mundial de la posguerra, con la ralentización de la economía mundial, sobre todo en China, hasta ese entonces motor económico global.

La violenta acción rusa rompió el statu quo geopolítico global, con el agravante de la importancia energética de este país, así como el impacto que el conflicto tiene en sectores neurálgicos como los alimentos. De repente, el mundo occidental y, sobre todo, Europa, se conectaron con una realidad angustiosa. Sus economías son altamente dependientes de las energías fósiles, y la escasa disponibilidad de recursos de petróleo y gas las hacen vulnerables al invasor ruso, que, con agresividad, se acerca a las puertas de Europa occidental, confiado en una pronta victoria (que no se dio) y del poder de su aparente monopolio energético en la zona.

Solo unos meses antes de la invasión ,en Noviembre del 2021, se había reunido el COP 26 en Glasgow y allí se habían comprometido una vez más los firmantes del acuerdo de Paris , a cumplir las ambiciosas metas de reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático manteniendo el aumento de la temperatura mundial en este siglo muy por debajo de los 2 grados centígrados de los niveles preindustriales, y ratificando los esfuerzos para limitar aún más el aumento de la temperatura a 1,5 grados centígrados.

Sin embargo, la Guerra en Ucrania dio al traste con el sueño verde desarrollado en las distintas conferencias en las Naciones Unidas. EL foco de atención internacional en el mundo Occidental se movería de una preocupación genuina por el cambio climático a una, màs orientada a la seguridad. Las nuevas circunstancias rompieron la tranquilidad mental de Europa y expusieron descarnadamente la realidad: no hay recursos energéticos ni en cantidad ni en confiabilidad para sustituir las energías provenientes de los combustibles fósiles (Carbón, Gas y Petróleo). Frente al empuje a veces feroz de las protestas a favor de un cambio del patrón energético inmediato, protestas muchas de ellas viscerales, algunas con matices ideológicos más que científicos, parece surgir una postura más realista ajustada a la realidad, más racional. No puede haber transición energética sin seguridad energética.

Seguridad Energética, Pobreza y Cambio climático

Líderes mundiales en los países subdesarrollados, han cuestionado las promesas de cero emisiones netas (net zero emissions) argumentando problemas de inflación, costo de la vida, conflictos y guerras como las de Ucrania y Gaza etc. lo cual les haría difícil realizar políticas públicas e inversiones acordes a los requisitos COP.

EL punto clave es que la transición energética necesaria para combatir eficazmente el calentamiento global no es una cuestión de deseo, ideología o simple voluntad política. Es cuestión de tecnologías, muchas de ellas disruptivas, y por supuesto de grandes inversiones que hay que asumir. Debemos reconocer que los actuales niveles de tecnología son insuficientes para suministrar sistemas de energía sustitutivas seguras, confiables y soportables por los ciudadanos desde el punto de vista económico.

De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, hace unos 5 años se invertían $500.000 Millones en energías limpias y en hidrocarburos unos $900.000 Millones. Para el año 2022 la inversión en energías limpias subió a $1.2 trillones (millón de millones) mientras que para el 2023 se espera alcanzar los $1.8 Trillones. Por su parte la inversión en energías fósiles se ha estancado más o menos en los $ 600.000 millones anuales. Dos conclusiones podemos sacar basado en estas cifras. Por un lado y de acuerdo a la Comisión de Transición de Energía (por sus siglas en Ingles ETC) un organismo privado sobre energía global, las inversiones en no renovables continúan siendo insuficientes. Estimaciones de este organismo (y de otros similares) indican que se requieren unos $110 Trillones para alcanzar la meta de Cero Emisiones. Haciendo una progresión lineal serían unos $3.5 trillones por año lo cual representa un 1.3 % del PIB mundial proyectado. Estas cifras en principio parecen alcanzables. Sin embargo, el problema es quien y como se financia todo esto en un ambiente de altas tasas de interés y por lo tanto alto costo del capital. El mundo Occidental (unos 1000 millones de personas) podría financiar su cuota parte, pero para el resto del planeta donde hay cifras de pobreza muy importantes esto se hace cuesta arriba. El costo político de imponer más impuestos por ejemplo tiene un impacto importante para los gobiernos.

Es innegable que para el ser humano la posibilidad de disponer de abundante energía ha sido un factor importante en la disminución de la pobreza y el crecimiento demográfico mundial, la cual se dispara exponencialmente luego de la primera revolución industrial a mediados del siglo 18.

Pero la desigualdad y las áreas de pobreza extrema persisten. En el grafico siguiente a pesar de las mejoras en áreas como China y algunos países asiáticos, la pobreza extrema crece en sectores geográficos como el Sub Sahara Africano.

En general algunas cifras ilustran este hecho (Word Bank):

• 940 millones de personas (13% del mundo) no tienen acceso a la electricidad

• 3000 millones (40 % del mundo) no tienen acceso a combustibles limpios utilizando medios de cocina primitivos

• Por otra parte aproximadamente 34 % de la electricidad mundial se genera a partir del carbón (73 % en la India)

El presidente de Guyana Irfan Ali hablando en el foro COP 28 en Dubai (Nov 2023) expresaba “la actual aproximación doctrinaria en las políticas de cambio climático, ponen en riesgo los intereses de los países en desarrollo y los de la población más pobre “. Su voz no es la única y países mucho más influyentes en el orden mundial como la India, sinceramente preocupados por el problema del calentamiento global, enfatizan en el “cómo” más que en el “cuándo”. El primer ministro de la India, Narendra Modi, quien viajo a los Emiratos Árabes Unidos para asistir a la COP28 que se organiza en Dubái expresaba: “Esperamos que se acuerde una hoja de ruta clara en la COP28 sobre financiamiento climático que sería importante para cumplir con los nuevos objetivos colectivos cuantificados”.

Por otro lado, mientras los retos se multiplican en lo financiero y las demandas de la población más pobre por mejoras en la calidad de vida aumenta en los países subdesarrollados, en el sector tradicional de los combustibles también hay desafíos preocupantes. La desinversión sistemática sin alternativas energéticas sustitutivas confiables y económicamente viables, presagian turbulencias que amenazan el crecimiento económico y pueden generar crisis sociales en el futuro.

En el grafico a continuación se plantean varios escenarios para la demanda de petróleo hasta el año 2050.

Si asumimos como validos estos escenarios o al menos el promedio de los mismos, vemos que se requerirán hacer inversiones importantes en el sector tradicional energético para armonizar la Transición energética y a la vez satisfacer esta demanda. Estas inversiones no se están haciendo por diferentes razones incluyendo la hostilidad Financiera institucional hacia este tipo de inversiones. Esto podría llevarnos en un futuro cercano a una crisis sin precedente. En el siguiente grafico de BP se aprecia en colores la oferta de petróleo y gas sin inversión y la línea de arriba los requerimientos de crudo en barriles asumiendo que el pico de crecimiento de la demanda estaría alrededor del 2030. La diferencia entre la oferta y la demanda es abismal y supondría un déficit que podría ser nefasto para el planeta.

A pesar de los esfuerzos y compromisos asumidos podemos decir que a menos que surja una tecnología disruptiva no conocida en los actuales momentos, la humanidad seguirá consumiendo petróleo y gas para el 2050 eso si con tendencia declinante. En ese entorno de transición solo los productores más eficientes podrán subsistir. Para Venezuela este será un gran desafío.

Las tecnologías de la transición

Es evidente que el hombre ha superado con tecnologías, innovación y trabajo constructivo los grandes retos de su supervivencia y de mejoramiento de la calidad de vida. En la actualidad hay ya tecnologías y procesos disponibles para acelerar la descarbonización energética. La implementación de tales tecnologías definirá progresivamente un nuevo equilibrio entre la electricidad eólica y solar, el hidrógeno en sus diferentes colores, la biomasa, la energía nuclear y los combustibles fósiles con CCS/U. Sin embargo, se requerirán en los próximos años la aparición de tecnologías disruptivas que quizás hoy no conozcamos. La mezcla probablemente variará según las regiones en función de la disponibilidad local de recursos, la infraestructura existente y las opciones políticas.

Al margen de cualquier otra consideración debemos también comprender que las emisiones de gases de efecto invernadero no proviene de un solo sector de la actividad económica. Casi toda la actividad realizada por el hombre sobre el planeta genera emisiones. Tendemos por ejemplo a darle importancia capital a las emisiones del transporte (vehículos con motores de combustión) cuando en realidad representan solo un 16 %del total de las emisiones.

EL esfuerzo deberá concentrarse en multitud de áreas de la actividad humana, por lo que el compromiso de los estados nacionales deberá acompañar todas las iniciativas acordadas si se quiere ser exitoso. En este sentido los Estados Unidos aprobaron una ley (Inflation Reduction Act) la cual no tiene mucho que ver con la inflación, sino que apunta a impulsar con subsidios y ayudas gubernamentales gigantescas inversiones en el área de tecnologías para descarbonizar la energía en el menor tiempo posible, así como para mejorar la cadena de suministro industrial de ese país. También en el plano geopolítico, esta Ley apunta a disminuir la brecha comercial con China en cuanto a productos y servicios para las energías limpias. Para muchos estas iniciativas legislativas se asumen con retardo con respecto a Europa y otros países.

¿Y Venezuela, como se inserta en este nuevo orden Internacional?

De todos es conocido la profunda crisis económica venezolana. El PIB ha caído cerca del 70 % entre el 2014 y el 2021.Esto ha generado una diáspora de varios millones de personas, una inflación brutal y una caída en la calidad de vida de todos sus ciudadanos. Para revertir esta trágica situación, cualquier solución pasa por apalancarnos con la industria de los hidrocarburos en donde tenemos ventajas comparativas que incluyen entre otras cosas una infraestructura (deteriorada es cierto) y una base de recursos importante.

Algunos de los aspectos a tomar en cuenta son en este nuevo contexto transicional:

1) Luego de la Guerra en Ucrania con el cambio de mentalidad hacia la seguridad energética, tenemos unas perspectivas de demanda de petróleo y gas más promisorias en el tiempo. Esto obviamente favorece a Venezuela.

2) Cualquiera sea el plan para el relanzamiento de la industria energética nacional, esta debe alinearse de una manera u otra con los acuerdos COP especialmente el de Paris.

3) El país debe romper los paradigmas de una industria del petróleo y gas estatificada. Es condición sine qua non la inversión privada nacional e internacional para poder financiar la recuperación de la industria y el renacimiento económico del país.

4) El acceso a los mercados globales de capital para los hidrocarburos es cada día màs difícil condicionado por requerimientos de sustentabilidad y criterios COPs. Así que no nos queda otra opción que asumir los compromisos para la minimización de la emisión de gases de efecto invernadero.

5) La industria debe abocarse a eliminar los pasivos ambientales como las fosas de petróleo en el territorio nacional, las emisiones de gas contaminantes en los quemadores, el enjambre de tuberías en mal estado que diluyen crudo en Lago de Maracaibo etc. Un país responsable alineado con la conservación del medio ambiente tendrá más fácil la captación de capitales para su recuperación. Estos son costos que tendrán que ser considerados,

6) Se debe promover la utilización intensiva de nuevas tecnologías amigables con el ambiente en los futuros desarrollos y actualizaciones de la infraestructura tanto de pozos como de superficie.

Por su puesto esto son solo algunos aspectos si se quiere técnicos que tienen que ver con la industria
de los hidrocarburos en medio de la transición hacia las energías verdes y es solo una arista del cuerpo de medidas necesarias para la recuperación del país. La posibilidad de levantar el país en su totalidad pasa
por reestablecer los equilibrios macroeconómicos, rehacer la institucionalidad, con un Banco Central transparente capaz de refinanciar la gigantesca deuda pública y establecer acuerdos con los multilaterales. Solo articulando políticas públicas integradas y creíbles se podrá reestablecer poco a poco la confianza necesaria para atraer las inversiones que ayuden a la recuperación del país. Muchas de estas inversiones deberían ir al sector de los Hidrocarburos como un medio, no como un fin, para apalancar la economía. No hay que olvidar tampoco la inmensa carga fiscal que afecta este sector y que nos borra de los mercados atractivos para invertir. Simplemente dejamos de ser competitivos. El desarrollo sustentable, responsable con las futuras generaciones es un reto adicional que se añade a las necesidades financieras y políticas que requiere el país.