Volver a Ayacucho

Germàn Antonio Ascanio Salazar*

*Educador y miembro de la Academia de la Historia del estado Monagas

Este año se celebraron lo 199 años de la batalla que marcó el final de la Corona española en Suramérica. Y hoy màs que nunca la orden del día es: volver a Ayacucho.

Hace 199 años, en la Provincia de Huamanga, antiguo nombre de Ayacucho, en Perú, a 3.500 metros de altitud sobre el nivel del mar, se escenificó la Batalla de Ayacucho entre las fuerzas patriotas al mando de Antonio José de Sucre contra las tropas realistas a cuyo frente estaba el Virrey La Serna. A las 9:00 am comenzó el enfrentamiento entre 10.000 hombres del ejército español y 6.000 patriotas. Tras seis horas de combate, el general José de Canterac, que había sustituido al Virrey La Serna, reunió a los generales españoles y tomaron la decisión de capitular reconociendo su derrota. ¡¡¡Allí se selló el final del dominio español en la América del Sur!!!

Cuando leemos acerca de hechos como ese y vemos que esa heroica gesta fue conducida por un venezolano, un cumanés, para entonces con solo 29 años de vida, nos dejamos llevar por la imaginación, o por la fantasía, y vemos al adolescente, de 15 años de edad, que un día lejano de 1810 abandonara su tranquilidad en la apacible Cumaná de aquellos años para emprender una lucha que terminaría 20 años más tarde con su muerte a 2.000 leguas de su tierra natal.

En nuestra fantasía lo vemos crecer a lomos de un caballo, caminando a través de agrestes parajes y en medio del fragor de las batallas. Lo visualizamos en marchas y contramarchas. Hoy la orden es avanzar, pero mañana es retroceder a sofocar los intentos del enemigo por recuperar terrenos ya perdidos para ellos. No muestra signos de fatiga, y aún así aquel joven tiene tiempo para leer tratados militares, clásicos antiguos, documentos de los revolucionarios franceses, redactar arengas para las tropas, redactar proclamas, dictar decretos y leyes, reflexionar sobre temas educativos y, al final de sus victorias, cuando cubierto por mantos de gloria pudiese haber pensado en el reposo, sueña con una expedición para liberar a Cuba y Puerto Rico del yugo español.

Él y el Genio de América, Simón Bolívar, ven a América como una sola Patria. Acarician sueños que hoy vemos rotos, sueños que vemos fragmentados a causa de absurdos enfrentamientos entre países latinoamericanos hermanos y, lo que es peor, en nuestra propia Patria, olvidando lo
que nuestro Libertador nos dijera en su última proclama: “Cuando cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”.

Por eso, la orden del día es: volver a Ayacucho, pero no con metralla y arma blanca, sino con la inteligencia con que nos dotó el Creador para ser un ejército de Sucres victoriosos en la búsqueda del destino que nuestra maltratada América merece: ¡Hay que volver a Ayacucho!

Acariciando sueños de fraternidad americana en una convocatoria llena de fe en la potencialidad de la juventud que pronto, mañana mismo, será depositaria de nuestro devenir como naciones.

La batalla de Ayacucho fue un hito fundamental en la historia de América Latina. Marcó el final del dominio español en la región y abrió el camino a la independencia de los países latinoamericanos.

El llamado a volver a Ayacucho es un llamado a la unidad, a la fraternidad y a la cooperación entre los países latinoamericanos. Es un llamado a la construcción de una América Latina unida, justa y próspera.